El libro Un día1
de José Bianchi fue impreso por carbónico
ediciones, de Mendoza, Argentina, en el año 2011. Este es el primer libro o
la primera impresión del autor. De tapas amarillas con una foto de José de San
Martín, el libro tiene una cita en la primera página: “Sólo los tontos querrían
evitar ser su canto”. No se sabe de quién es la cita porque no está firmada,
pero ella pinta bastante bien el temperamento de José Bianchi. El asume que lo
que alguien escribe tiene que estar en concordancia con su manera de vivir. Así
son los poemas del libro; ingenuos en gran parte, lúcidos en otras pocas
Los poetas
tienen ideas originales y sobre ellas, que suelen ser muy pocas, unas diez como
mucho, construyen su mundo particular. Este mundo está hecho de palabras.
Venidas de cualquier idioma. Pero si no tienen esas ideas originales, entonces
tratan de escribirlas de forma única y personal. Los poetas conocen muy bien
los diccionarios. Son sus fanáticos usuarios. Ellos quieren conocer la lengua,
quieren manejar con fluidez el lenguaje y si es posible, romper la sintaxis.
Saben que comprender el lenguaje ayuda a organizar las reflexiones. Miren, ahí
va un poeta que piensa claramente. José Bianchi va en ese camino. Todavía no lo
logra, pero ya encontró la huella.
Quisiera
desarrollar ciertos aspectos que tienen que ver con la escritura y que
surgieron a partir de la lectura de este libro de poemas. Estos aspectos son:
1- El uso del diccionario. 2- El anacronismo de ciertas palabras o expresiones.
3- La ambigüedad. 4- El respeto o la ruptura de la sintaxis. 5- El humor. 6- Lo
que se debe saber callar.
Pero antes
quiero compartir unas palabras de Pessoa
a propósito de los poetas y la poesía: “El poeta superior dice lo que
efectivamente siente. El poeta medio dice lo que decide sentir. El poeta
inferior dice lo que cree que debe sentir”.2
Suponiendo
que la cita de la primera página pertenezca a José, podría decir que en ella él
logra expresar lo que efectivamente siente. Es una idea un poco trillada ¿no?,
pero me parece que tiene su valor. Todas las ideas esconden algo obvio.
1- Uso del diccionario: José Bianchi no
usa demasiado el diccionario. Si lo hiciera no diría que mira “al presente
convertirse silenciosa, inevitablemente, en pasado”. Porque el paso silencioso
e inevitable del tiempo es su cualidad, su propiedad esencial. Si José hubiera
pensado esto o lo hubiera corregido, hubiera escrito otra cosa. Le hubiera
agregado al tiempo dos adjetivos sorprendentes, dos adjetivos que no tuvieran
mucho que ver con él, o no le hubiera agregado adjetivos. Para esto lo hubiera
ayudado el uso del diccionario, sobretodo, de un diccionario de sinónimos y
antónimos.
Pero no
todo se aprende consultando los diccionarios. El lo sabe. Ahí está la cita del
principio del libro. El diccionario sólo puede ayudar. A no repetir palabras,
por ejemplo.
Hay
algunos versos del libro que me gustaron: “Los autos soportan como yo, la vida
en el aire sucio” (Mediodía). “De
nada sirve guardarse nada: el mar, tarde o temprano, vomita sobre la arena, los
cadáveres, de sus muertos” (La soledad
del silencio).
2- Anacronismo de ciertas palabras o
expresiones: José Bianchi escribe de una manera tradicional, como se
escribía en la década del ’60. Esto no es ni un defecto ni una virtud. Pero
pareciera que él quiere ser un poeta moderno. Intenta romper con la forma del
poema, quiere ser novedoso. Lo que expresa es antiguo, los temas que trata
también lo son. Sin embargo, tiene algo muy valioso: es honesto. No trata de
disfrazar lo que piensa. Es sólo que cree que los lectores no lo van a
entender. Entonces usa demasiadas palabras, quiere ser didáctico. Debería
aceptar que el pensamiento y lo que se siente al pensar es algo conciso, claro
y directo. Que él es honesto lo
demuestra el hecho de que no usa palabras anacrónicas. Creo que lo anacrónico
en él es el conjunto de lo que dice y su forma de expresarlo.
Todo esto
lo puede corregir. Ahí está lo bueno. Lo que no se puede corregir es lo otro,
el querer engañar al que lee sólo porque no se tiene nada para decir. Puede que
José haya visto la marca del zapato en la vereda y quiera ponerse los lentes
infrarrojos que usa San Martín en la tapa de su libro.
3- Ambigüedad: Así como José tiene miedo
de que no lo entiendan, un miedo adolescente, también teme ser ambiguo. Los dos
temores se relacionan. Lo propio de un mal pedagogo es su falta de respeto por
los alumnos. Lo propio de un escritor que comienza es creer que debe enseñar
algo.
En el
poema Una vez, de la página 5, hay un
ejemplo de este temor a ser ambiguo. José tiene que aclarar todo: “Era de
tarde, se sentó junto a mí, en la parada del micro, era una mujer, habremos
intercambiado, quizás, un par de palabras, sobre alguna que otra, injusticia en
el mundo…”.
El nos
dice que era de tarde, que era una mujer, que quizás hablaron poco, pero que
seguro hablaron de injusticias. Todo son temores a que entendamos que era de
mañana, que con quien hablaba era con un hombre, que seguro hablaron sin
hablar, sin interesarse por lo que la otra persona decía, que él entiende que
hay injusticias en el mundo, pero que no les presta demasiada atención.
Seguramente
fue una mujer con quien habló, me doy cuenta después, al seguir el poema, que
es un ella y no un él, pero a quién puede interesarle todo esto, si ocurrió así
o no.
Este es un
pequeño ejemplo, pero puede aplicarse a todos los versos y a todos los poetas.
A veces alguien que escribe no se da cuenta que está siendo poco ambiguo.
La
ambigüedad desarrolla la inteligencia del lector.
4- Respeto y ruptura de la sintaxis: Esto
se relaciona con el primer punto, con el uso que puede hacerse del diccionario.
Para romper la sintaxis uno tiene que aprender a usarla. José dice en el
comienzo del poema La soledad del
silencio de la página 20: “Los sentimientos es, como cuando, nos damos
cuenta, que está empezando a llover, y se despierta, en nuestro pecho, un
niño…”
El hecho
de decir los sentimientos fue lo que más me enojó inmediatamente del poema y
del libro. Pero después me di cuenta que todo esto se podría haber evitado, no
diciendo los sentimientos son, que también suena feo, sino empezando el poema
directamente: “Está empezando a llover o empieza a llover, y se despierta en nuestro
pecho…”. Lo demás está precisamente de más x D+. Uno entiende que está hablando
de un sentimiento que se despierta cuando empieza a llover. Esto se relaciona
con lo que ya dije sobre el temor de José a no ser entendido y su inconsciencia
de que es mejor ser ambiguo.
La ruptura
de la sintaxis tiene que tener una función clara. En este caso no nos ayuda a
desarrollar ninguna cuestión, no nos ayuda a resolver ningún problema y nuestra
existencia como lectores se empobrece.
5- Humor: El humor es indispensable en los
poemas. Cuando uno es ambiguo inmediatamente comienza a agregarle humor a lo
que escribe, porque precisamente no se preocupa de más por lo que puedan
interpretar los lectores, sino que disfruta dejándolos libres para interpretar
lo que quieran; es un gesto de respeto por la libertad. Pero quizás el humor
sea lo más difícil de conseguir para un escritor. Hay muchos poetas con humor.
Parra, Beckett, Villon. Hay muchos poetas que tratan sus temas seriamente pero
que en el fondo nos hacen dar una carcajada, nos hacen felices. Hay que leer a
Rodrigo Lira.
6- Lo que se debe saber callar: No voy a
decir nada sobre esto.
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